Hay un malentendido recurrente en lo que entendemos por canción. ¿Unos acordes son una canción? Una melodía o parte de ella, unos versos con algo de rima, un silbido que se nos ha ocurrido no nos podemos sacar de la cabeza, … ¿son canciones o no?

Para despejar todas estas dudas vamos a examinar la música y los textos de las canciones hasta entender qué es lo mínimo que necesitamos para llamar canción a cualquier cosa que hayamos escrito.
Letra, música o …
Bien.
Supongamos que escribimos unos versos, mostramos nuestros sentimientos y emociones en ellos o exponemos una situación determinada. Con ellos armamos una estructura verbal, unas rimas , un sentido, un mensaje, un significado de algún tipo para el conjunto.
El resultado es una especie de poema, más o menos estricto en su métrica y su rima, que se puede recitar y que incluso podría cantarse pero no tiene una información musical definida.
¿Un texto así, podemos considerarlo una canción?
Tal vez quede claro qué vamos a cantar pero ¿cómo vamos a hacerlo exactamente, con qué notas, cómo?
Otra situación habitual.
Supongamos que estamos tocando la guitarra o un teclado musical y hacemos sonar un par de acordes, o tres o cuatro. Los escuchamos, los repetimos una y otra vez y decidimos escribir los o grabarlos en un software de grabación de audio o en cualquier dispositivo.
¿Qué acabamos de hacer?
Sin duda, podemos escuchar música, ritmo, algún tipo de armonía, toda una serie de detalles e información sonora musical pero … ¿dónde está la canción?
La verdad, en este caso, es que no esta en ninguna parte, no hay canción tal y como las entendemos desde la antigüedad.
Porque ¿qué vamos a cantar? ¿Ese ritmo, alguna nota aleatoria de cada acorde o la más aguda de cada uno de ellos, por ejemplo?
No. No tenemos algo lo suficientemente concreto para llamarlo canción aunque, por el camino, hemos encontrado una característica importante para hablar de canciones: cantar.

Melodía y letra
Pues sí, cantar, poder cantar con nuestra voz una secuencia musical, es una prueba de que existe algo definido y reconocible, que podemos memorizar, repetir, compartir, etc … Algo único, hasta cierto punto, que probablemente tenga un título, un desarrollo musical, una estructura, un principio y un final.
Y eso que podemos cantar, tararear, silbar es, ni más ni menos, nuestra querida melodía.
Por lo tanto, una melodía es esencial para que podamos llamar a una obra canción.
Pero, ¿es eso suficiente? ¿Cuál es la mínima expresión de una canción?
Pues, realmente, no. No hay bastante con una melodía.
Como bien sabemos, existen infinidad de piezas musicales y composiciones de todo tipo que tienen una melodía definida pero no las percibimos necesariamente como una canción.
Las obras instrumentales, en su gran mayoría, suelen disponer de pasajes melódicos tocados por instrumentos musicales variados, o incluso por voces, pero no sin el otro elemento esencial que reconocemos en el 99,9% de las canciones: la letra.
Las letras en las canciones o una parte de ellas son, muchas veces, lo que queda grabado en nuestra cabeza. El estribillo o coro de una canción suele estar diseñado para otorgar el momento más memorable de la composición a la audiencia y su letra, muy a menudo, incluye el título y la síntesis de la historia que se explica en ella.
Por lo tanto, melodía y letra, letra y melodía, canciones.

Las versiones y los covers musicales
Una prueba de que esto es así, sería la existencias de los covers o versiones musicales.
Cada una de ellas, cada versión, suena más o menos distinta de las otras, pero es la misma canción.
La melodía es igual o semejante, pero suele reconocerse como la misma. Y si hay dudas, ahí esta la letra para despejar cualquier controversia, ya que esta si que suele ser idéntica o tener mínimas variaciones respecto a la que consideremos como la «original».
Una canción puede ser interpretada de muchísimas formas distintas: por solistas, grupos pequeños, grandes bandas u orquestas sinfónicas e incluso con instrumentos digitales y máquinas sonoras de todo tipo.
Una canción puede incluso cambiar de idioma y adaptarse a dialectos y formas verbales autóctonas, incluir variantes, añadidos y demás.
Y, a pesar de todo, ser reconocida como una única composición.
De hecho, cada vez que se interpreta en directo una canción, podríamos decir que estamos escuchando una versión de la misma, nunca idéntica, siempre con algo distinto por pequeño que sea.
Esa es la fuerza y la resistencia increíble que han demostrado las canciones a lo largo de la historia, a las que tan sólo puede vencer el mismo olvido.

Conclusiones
En definitiva, una canción es o puede ser muchas cosas al mismo tiempo.
La muestra de un instante o un periodo de nuestras vidas, una idea estilizada, un depósito de rencor, un mensaje al universo, … tantas y tantas canciones distintas.
Pero cuando queremos entender cómo es una canción, sus mecanismos, su técnica compositiva, sus requisitos para que, cuando la escuchemos o la veamos en una partitura, pensemos automáticamente en una canción, en ese momento debemos encontrar la melodía y la letra como elementos indispensables.
En fin, no es una casualidad el hecho de que, cuando quieres inscribir una canción en un registro de la propiedad intelectual te pida, al menos, la partitura de la melodía y la letra. este combo, esta pareja, este dúo informativo es suficiente para identificar una canción como tal y, hasta cierto punto, distinguirlas de las demás.
Escribir canciones, por lo tanto, es algo sencillo.
Si escribes letras, ponles una melodía. Si compones melodías, redacta unos versos para ellas o busca a alguien que lo haga por ti.
Canta una letra con una melodía definida y tendrás una canción.
Cualquiera lo va a reconocer así.
La podrán aprender y reproducir a su manera, la podrán interpretar con cualquier conjunto musical, podrá unirse a los miles y miles de cantos que han acompañado durante siglos a toda la humanidad.
Haz canciones y cántalas. Las necesitamos.