Había una vez un continente llamado Europa que utilizaba algo llamado modos para hacer música. Pero, con el paso del tiempo, uno de ellos se convirtió en el favorito, en el preferido de las musas y sus discípulos, y eclipsó al resto, y transfiguró a algunos a su semejanza, y reinó en la música occidental durante más de 300 años.
Había nacido el sistema tonal.

De los modos a la tonalidad
Los modos gregorianos o eclesiásticos, en efecto, fueron víctimas, por decirlo así, de uno de ellos, el modo jónico.
Pero, ¿qué tenía ese modo en particular para triunfar de una forma tan rotunda?
Pues el jónico era un modo que tenía una característica única, algo que lo hacía especialmente efectivo a la hora de concluir secciones musicales o obras completas.
La armonización de las notas de su escala daban como resultado un quinto grado armónico, es decir, un quinto acorde, con unas características muy especiales.
Por un lado, ese acorde contenía un tritono entre dos de ellas, la tercera y la séptima, es decir, uno de los intervalos más disonantes posibles. Esa característica le valió el nombre de dominante, por la tensión e inestabilidad que producía escucharlo.
Además, esas dos notas, llegaban al primer acorde de la tonalidad, el llamado acorde tónica, con solo el pequeño movimiento de un semitono cada una, se convertían en la primera y tercera nota de ese primer acorde y proporcionaban una fuerte sensación sonora de reposo, de resolución, de regreso a casa después de un intenso viaje.
Este movimiento final se llamó cadencia auténtica.

La escala Mayor y el sistema tonal
En este contexto, la escala jónica empezó a considerarse la escala mayor, el modo mayor por excelencia, aunque existían otras escalas y modos mayores, y se empezó a utilizar melódica y armónicamente como la conocemos hoy en día, como la Tonalidad o el sistema tonal.
La primera nota y su acorde eran la referencia para el resto, el centro de ese universo sonoro particular.
Cuando se tocan melodías utilizando las notas de la escala mayor, esa primera nota, aunque no suene hasta el final de la pieza o de una sección musical, siempre está implícita, siempre tendremos una sensación de tensión de algún tipo, de historia incompleta, hasta que suene efectivamente y resuelva todos los giros y energías acumuladas.
La armonización de la escala Mayor y el modelo dominante-tónica que tanta satisfacción daba a compositores y oyentes, se convirtió en el sistema recurrente para escribir todo tipo de música y los compositores y compositoras de periodos y corrientes estéticas como el Barroco, el Clasicismo y el Romanticismo lo utilizaron como base estructural sonora para componer sus obras.
El contexto tonal era tan eficiente para expresar discursos musicales y tan fácil de digerir por el público que, durante siglos, sencillamente se fue usando con apenas un puñado de añadidos que seguían la misma idea dual de tensión y reposo.
Las funciones tonales
Pero, además de la tensión de la dominante y el reposo de la tónica, el sistema tonal ofrecía aún más grados de intensidad en la armonización de las notas de la escala mayor.
El cuarto grado armónico o cuarto acorde de la tonalidad mayor, por ejemplo, producía en ese contexto una sensación intermedia, ni completamente plácida y consonante, ni tampoco rotundamente tensa y disonante.
Ese nuevo papel completó lo que conocemos como funciones tonales principales.
Si el primer acorde de la tonalidad, el que le daba nombre, jugaba el papel o función tónica, y el quinto, la función dominante, el cuarto acorde cumplía una función subdominante.
Para entender bien esto tan sólo hay que escuchar esos acordes en el contexto de un tono cualquiera y sentir como, en efecto, el acorde de subdominante provoca un efecto de tensión moderada, el de dominante una inestabilidad o suspensión más fuerte y el de tónica un descanso o sensación de final, de conclusión y reposo.

La tonalidad menor
Todo este mundo idílico Mayor chocaba con los modos menores ya que estos no disponían de una estructura que pudiera imitar a la escala mayor con ese tritono tenso resolviendo a la paz de la tónica.
La solución para el modo menor tuviera un carácter tonal fue modificar la escala eólica, que era una de la menores, y subir medio tono su séptima nota. La nueva escala se llamó menor armónica y le siguieron otras algo distintas pero con esa cualidad tonal intacta.
Con ello, se conseguía que, melódicamente, la nueva escala tuviera esa séptima nota a sólo un semitono por debajo de la tónica, la llamada nota sensible. Además, al armonizar esa nueva escala, aparecía el tan ansiado quinto acorde dominante que podía resolver, igual que la escala mayor, su fuerte tensión a la tónica de la tonalidad, en este caso, una tónica menor.
El sistema tonal extendido
El modelo dominante-tónica que tanta satisfacción daba a compositores y oyentes sirvió también para incluir otras notas que no pertenecían a la escala de la tonalidad en las melodías y armonías de las composiciones.
Imitando este movimiento de la escala mayor en su cadencia auténtica, a cada uno de los otros acordes de la escala se le puso a disposición su propio dominante de una forma artificial pero con ese movimiento sonoro característico. Un recurso armónico que conocemos como dominantes secundarios.
Y así, le siguieron otras soluciones musicales que explotaban esa misma idea hasta hacer posible que una canción escrita en una tonalidad concreta con sus siete notas originales, pudiera llegar a admitir cualquiera de las otras cinco sin abandonar completamente ese centro tonal, con la variedad y riqueza que ello aportaba a las obras.

Conclusiones
La gigantesca popularidad del sistema tonal, que todavía perdura en la actualidad, proviene por un lado, de la claridad de su planteamiento y de lo fácil de escuchar y entender por oídos no especialmente educados o atentos. También, de la teoría musical, por supuesto, de la enseñanza de todas aquellas composiciones generación tras generación.
Las funciones tonales ofreciendo ambientes sonoros distintos y muy característicos, una especie de colores básicos, si se quiere, con los que se podían generar sensaciones familiares y una representación bastante variada de discursos musicales.
Mucha de la mejor música de la historia, de todos los géneros, se ha compuesto utilizando este modelo, este tipo de organización de los sonidos musicales.
Nos guste más o menos, hay que entender que está en nuestros oídos desde hace muchas generaciones y es una parte muy importante, al menos, de la historia de la música occidental.
Conocer la tonalidad, el sistema tonal o como quieras llamarlo, es entender mejor y disfrutar tal vez un poco de más muchas músicas y canciones, tanto nuevas como antiguas.
Y, si quieres escribir tu propios temas o tal vez organizar mejor tus canciones, por ejemplo, debes conocer este sistema, ya sea para usarlo y conectar con ese bagaje que todos llevamos en nuestros cerebros o para utilizar otros caminos compositivos diferentes y crear música con otros parámetros y resultados distintos.
Usa el sistema tonal o cualquier otra forma, explora las posibilidades y, sobre todo, canta y escribe tus canciones.