Cuando nos referimos al sistema tonal estamos tomando en cuenta una serie de mecanismos que lo componen, que le dan sentido y que hacen que la música tonal suene exactamente como suena. Uno de los componentes claves de ese sistema musical son las funciones armónicas que se combinan en él, las llamadas funciones tonales diatónicas.

Armonía funcional
Esas funciones son tan importantes, tan decisivas para la tonalidad como organización sonora que muy a menudo el sistema tonal recibe el nombre de armonía funcional, haciendo referencia directa a esas piezas o roles característicos.
Esta es una manera de escribir música y componer canciones, la forma más habitual en occidente y la que se suele estudiar en las escuelas como introducción a la teoría musical.
¿Qué es una función tonal?
Pero antes de hablar de cada una de ellas deberíamos tener algún tipo de definición acerca de qué entendemos por función en el contexto de la música tonal.
Para explicarlo sin palabras técnicas ni literatura, podemos decir que una función tonal es una percepción, una sensación musical que reconocemos al escuchar un acorde determinado según su situación en una pieza o un pasaje concreto.
Si recordamos que prácticamente todas las canciones y la música que escuchamos provoca en nosotros, al escucharla, unas sensaciones de más o menos tensión o de calma, unos grados de expectativa y una cierta anticipación de lo que puede suceder durante una pieza, las funciones tonales describen esas distintas sensaciones que percibimos.
Las tres funciones tonales principales
Entonces, y aunque la música tonal puede alcanzar un buen montón de grados o fuerzas o tensiones durante su desarrollo, se suelen definir tres grandes grupos de acordes o funciones tonales.
- La tónica
- La dominante
- La subdominante
Cada una de ellas con una característica básica en el juego armónico del sistema tonal.
Función Tónica
La tónica define el reposo, la mínima tensión, el acorde o acordes que, cuando los escuchamos, nos provocan una sensación de reposo, de calma, de final, en alguna medida.
Cuando escuchamos una composición tonal, nuestro oído estará esperando escuchar, en algún momento y, especialmente, al final de las secciones musicales o la obra, un acorde que resuelva los altibajos y tensiones que se hayan sucedido durante su interpretación.
Aunque esto no sucede siempre, y esto forma parte de las posibilidades expresivas de la música, la expectativa, el anhelo de ese reposo, de ese final redondo siempre estará ahí, en nuestra cabeza. También recibe el nombre de centro tonal.
El primer acorde o grado de una tonalidad será el principal representante de la función tónica.
Función Dominante
Si la tónica es el reposo, entonces la dominante es la tensión. Si la tónica invita a la quietud, la dominante pide movimiento.
Esa sensación de inestabilidad, de que falta algo más y lo que escuchamos está incompleto, eso es la función de dominante.
Cuando escuchamos un acorde bastante disonante pero que tiene sentido en el desarrollo musical, cuando nuestro oído es capaz de imaginar una salida a esa inestabilidad incluso antes de que se escuche, es muy posible que estemos escuchando una acorde de dominante.
La clave para que un acorde pueda cumplir esta función dominante es el llamado tritono, un intervalo musical especialmente tenso que suele resolverse, o no, en la tónica de la tonalidad.
El quinto acorde o grado será el principal representante de la función dominante.
Función Subdominante
Entre estos dos polos opuestos del sistema tonal, encontramos algunos acordes que no son estables ni muy tensos y que pueden llevarnos tanto hacia el reposo de la tónica como hacia la tensión de la dominante.
Con estas piezas polivalentes completamos el juego de la tonalidad y, en definitiva, el modelo que se extiende por la historia de la música desde hace más de 300 años, con ampliaciones e ideas derivadas que la han llevado mucho más allá de lo que sus siete notas y acordes establecían en su forma básica.
Los acordes con función de subdominante nos permiten enriquecer el desarrollo de las ideas musicales, prolongar una progresión armónica o una cadencia, por ejemplo, ofrecer una tregua en un pasaje tenso o algo de fuerza y movimiento en un escenario de calma o reposo. Todo ello, evitando el vaivén directo entre extremos y haciendo, en definitiva, que el juego musical sea más variado e interesante.
El cuarto acorde o grado de una tonalidad será el principal representante de la función subdominante.

Funciones tonales diatónicas
Si especificamos un poco más qué acordes cumplen cada función tonal en concreto, debemos distinguir dos escenarios habituales donde se dan: las tonalidades mayores y menores.
Funciones tonales (Mayor)
- Tónica: I grado (acorde mayor)
- Dominante: V grado (acorde de séptima bemol)
- Subdominante: IV grado (acorde mayor)
Funciones tonales (menor)
- Tónica: I grado (acorde menor)
- Dominante: V grado (acorde de séptima bemol)
- Subdominante: IV grado (acorde menor)
El resto de acordes de una tonalidad también cumplen una de estas funciones según el contexto en el que aparezcan, pero siempre con una menor fuerza que las que hemos mencionado.
Conclusiones
Puedes ver las funciones tonales como tres personajes distintos interactuando y explicando así una historia musical, o como tres ambientes para un escenario o como tres colores diferentes que dibujan una canción.
No importa mucho la metáfora, elige la que prefieres y úsalos para expresar tu visión, para mostrar aquello que resuena en tu cabeza y quiere salir de tu corazón.
Como veis, aprender música es una aventura apasionante. El sistema tonal es una de sus partes más útiles porque la mayoría de de las canciones y melodías que escuchamos a diario están basadas en él. Y las funciones tonales explican las relaciones armónicas que lo sustentan así que, valgan estas líneas como introducción al fascinante mundo de la armonía funcional.
Escuchad canciones y música con atención y reconoceréis su sonido por todas partes.