¿Sientes la inspiración? ¿Las ideas y el propósito acuden a tu cabeza fácilmente? Tal vez, sí, en ocasiones, o raramente, depende.
Uno de los grandes mitos y realidades relacionado con el mundo de la creatividad es la inspiración. Su origen misterioso y su comportamiento, aparentemente, caprichoso ha sido y es un tema recurrente entre las personas que nos dedicamos a componer, a inventar formas de expresión, a comunicar nuestra visión de las cosas y compartirlas con el resto de la humanidad.

Veamos qué y cómo es, o parece ser, cómo podemos invocarla, por qué se muestra tan esquiva y también cómo abrirle las puertas e invitarla a que nos visite más a menudo.
Breve historia de la inspiración
Bien. Por un lado, todo el mundo sabe qué es la inspiración. Muchos, incluso, nos sentimos inspirados regularmente, o de vez en cuando.
Si indagamos en el origen de la palabra inspiración, buscando respuestas, intentando conocerla un poco más y, porqué no, tratando de convencerla o cortejarla o abrirle nuestras puertas y ventanas para que nos llene con su aliento rico y exuberante, encontramos una palabra latina, inspiratĭo, que vendría a significar, literalmente, inspirarse o inspirar, es decir, hacer que el aire entre en los pulmones, pero también, figuradamente, crear pensamientos originales en la mente, generar novedad, arte, vida, incluso.
Respirar, es decir, estar vivos, y crear o tener ideas.
Toma nota de eso.
En la Grecia Clásica, parece que la inspiración estaba relacionada con alcanzar un estado de éxtasis, un trance divino, una especie de locura pasajera, pero muy productiva.
Desde esta visión del asunto, la pericia que tengas componiendo, tocando tu instrumento musical o cantando no tiene nada que ver con la inspiración, está separado, tiene naturalezas distintas.
La tradición hebrea, la nórdica europea y en general muchas civilizaciones antiguas tenían algún tipo de explicación sobrenatural para resolver porqué a veces lo vemos todo claro y somos capaces de inventar cosas y otras veces nos bloqueamos, no encontramos el sentido y, en definitiva, no nos sentimos inspirados.
Pero, con el paso del tiempo, otras concepciones respecto al origen de la creatividad y la inspiración brotaron por el mundo.
Se empezó a describir la asociación de ideas y las conexiones de pensamientos dispares como algo natural que sucedía a las personas. Así, este mecanismo provocaba la aparición de nuevas ideas o propuestas brillantes e inesperadas, además de añadir que esta situaciones podrían propiciarse también gracias a las habilidades no innatas ni mágicas sino adquiridas por algún medio cotidiano como el estudio, la práctica o la experiencia.
Fuentes internas versus fuentes externas, magia contra trabajo, aire frente a sólidas prácticas y técnicas de estimulación artística.
Una discusión que probablemente no tiene fin. Según el carácter y la experiencia personal de cada persona, unas sensaciones u otras van a determinar cómo sentimos y definimos esos momentos felices cuando la creatividad fluye sin obstáculos.
Cómo afrontamos el asunto
Bien, entonces, debido a que parece probado que, lo que llamamos inspiración, el combustible de la creatividad, por así decirlo, no se puede controlar, que no se puede acceder a ella cuándo y cómo queramos, con sólo desear su presencia, y que nuestro trabajo como compositores consiste en crear, … ¿qué podemos hacer al respecto?
Si nos quedamos con la concepción mágica del asunto, si sencillamente nos dedicamos a esperar que la inspiración aparezca y a que seamos capaces de aprovechar ese momento único, ese aliento divino, la verdad es que estamos situándonos en una posición muy pasiva, bastante cómoda y demasiado vulnerable, incluso, como si ese instante tuviera que producir para nosotros prácticamente la obra completa, como si estuviéramos por completo a merced del capricho de los dioses o la pura casualidad.
Podemos actuar así, por supuesto, podemos hacer lo que nos dé la gana, pero actuar de esta manera no parece la forma más lógica para generar ideas, para pulir el arte que sea, para estar a la altura de esa inspiración cuando aparezca y nos encuentre.
Además, la inmensa mayoría de los artistas y músicos de todos los tiempos sencillamente no actuaban así. Más bien eran personas trabajadoras, que producían cantidad y calidad, en este orden, que con una labor constante perfeccionaron sus habilidades, su técnica, su comprensión de los materiales con que trataban y también de sí mismos como creadoras y creadores, como médiums, como artífices de esa unión especial de emociones, realidad y sonidos.
Entonces, vamos a concentrarnos en qué podemos hacer en lugar de poner nuestra atención en lo que está fuera de nuestro alcance.
Vamos a disponer todo para que la inspiración quiera venir a vernos, para que casi esté obligada a hacer acto de presencia en nuestra vida y completar con su aliento sobrenatural nuestro trabajo y creaciones, nuestros propósitos humanos.
Vamos a ver qué puede ayudarnos a sentir esa energía creativa, esa claridad en el pensamiento, esa precisión y ese sentido que acostumbra a traer consigo la inspiración.

Fuentes de inspiración
Vamos a ver.
Tanto si consideramos que el arte surge de la vida como si creemos que la vida imita al arte, una cosa está clara: vida y arte están íntimamente relacionados. Parece no hay uno sin el otro, por lo tanto, cuando pensamos en las fuentes que pueden alimentar y provocar la inspiración, la vida en cualquiera de sus formas es una referencia inevitable.
Conversaciones, viajes, experiencias, leer, escuchar, amar sentir, … cualquier actividad que relacionemos directamente con la vida humana va a provocar que nuestra imaginación se enriquezca, que los recursos que podemos poner en juego a la hora de crear sean más numerosos y variados, que conozcamos más íntimamente nuestros sentimientos y el ámbito donde se generan y se agitan.
No hay que confundir lo que acabo de decir con llevar una vida loca, atiborrada de acontecimientos o extrema, en cualquier forma. Todo esto tiene más que ver con cómo vivimos que con qué o cuánto vivimos, en términos de aventuras o desventuras.
Una persona normal con una vida normal, que tiene relaciones humanas estándar, que lee un poco, que ve audiovisuales, que a veces se enfada y se emociona, que reflexiona y actúa, tiene más que suficiente para generar un estado de inspiración.
Es casi más importante la parte interna, el recuerdo, los ecos y el análisis que puede suceder entre nuestro cerebro y nuestro corazón. Es crucial para sentirse creativo y tener herramientas para desarrollar esa creatividad, organizar un imaginario personal, reconocer que no sabemos mucho de todo lo que sucede a nuestro alrededor, identificar las cosas que son importantes para nosotros, y, especialmente, estar activo como parte de esos procesos.
Canales de la inspiración
Con esto llegamos a un elemento importantísimo de la creatividad: la acción.
Esas experiencias en el exterior, en el mundo de los humanos, y en el interior de cada una y uno de nosotros, necesita no sólo de reflexión sino también de ejecución.
Escribir canciones, dibujar o pintar, cantar, … sin un propósito definido, experimentar con materiales, collages, ensuciarse las manos, aunque no nos sintamos todo poderosos haciendo esas cosas, cualquier actividad en la que podamos volcar ese magma interior nos va a permitir que el ciclo generador siga su curso y, además, que podamos observar con nuestros ojos y sentidos una especie de producto salvaje, de manifestación en bruto de lo que se está sucediendo en nuestros adentros.

Hábitos e inspiración
Y toda esta actividad, este estar activos, alerta y en movimiento, suele dar como resultado un buen puñado de materiales interesantes.
Esta forma de proceder es realmente un pilar del trabajo de las personas que quieren crear.
Y estos hábitos, estas producciones van a generar no sólo materiales en bruto para utilizar en el futuro y un rastro fantástico para el autoconocimiento y la consciencia de nosotros mismos como creadores, sino también, durante el proceso y, realmente en cualquier momento, incluso descansando o durmiendo o en el baño o el la carretera, la aparición de unos momentos inspirados, como actos reflejos o como espasmos, como visiones claras o como símbolos o señales, una variedad de sucesos y experiencias que debemos anotar, fijar, recopilar, para su valoración o uso posterior.
Estas gemas, estas pruebas, estas encarnaciones, es lo más cerca que vamos a estar de la inspiración como influjo sobrenatural.
Hay que estar preparados para cazar esos chispazos, ese polvo divino, ese rayo revelador, cuando sucedan, aunque al día siguiente, al revisarlos, nos parezca algo ridículo o sin valor.
Las rutinas que alimentan y llaman a la inspiración deberían ser eso, hábitos, una forma de estar en este mundo, una dedicación, tal vez algo especial pero un trabajo que tiene que hacerse, en definitiva.
Inspiración, música y canciones
Y esa inspiración, deseada como un tesoro, ¿cómo se manifiesta entonces en la música, en la composición de melodías o letras?
Pues no es distinto, realmente, de las otras artes humanas, de las ciencias, de los quehaceres cotidianos incluso, donde también encontramos de vez en cuando obras y actos realmente inspirados.
La inspiración musical tiene también, por supuesto, ese componente azaroso, ese vértigo que nos ilumina o nos ciega, que nos activa o nos paraliza. Pero, como hemos dicho, no estamos obligados a conformarnos y sencillamente esperar a ver si hoy toca inspirarse o no.
Cantar despreocupadamente, por ejemplo, con un punto de atención, jugar con nuestro instrumento predilecto o, incluso mejor, con otro que no dominemos, escribir por escribir, estar activos y por encima de todo, escuchar y volver a escuchar, es un hábito que abre las puertas de nuestra imaginación, que deja entrar ese aire antiguo y caprichoso que llamamos inspiración.
Melodías o pequeños motivos melódicos, perspectivas poco habituales sobre temas de siempre, una palabra que resuena en nuestro interior, un ritmo o unos acordes que estimulan la imaginación, … cualquiera de estas y otras semillas semejantes pueden dar lugar a obras completas, a grandes y complejas composiciones o canciones sencillas y poderosas.

Conclusiones
En definitiva, después de todo lo dicho, creo que no hay mucho más que añadir.
La inspiración como fenómeno esotérico, más allá de ser un tema en sí mismo, no va a ponernos las cosas más fáciles como creadores, por mucho que recemos o invoquemos a los poderes caprichosos de las alturas.
La inspiración va a aparecer si la concebimos como algo natural, como una práctica más que como una superstición, como algo que los humanos, a veces, podemos conseguir, como un estado de gracia que es la consecuencia de una manera de vivir, de hacer nuestro trabajo, sea el que sea, con atención más que con obsesión, con energía pero generalmente sin brusquedad y con dedicación mucho más que con devoción.
Todos hemos visto o escuchado obras que nos han conmovido de tal forma que parecían sobrehumanas, fuera de lo posible para una persona normal y corriente, inconcebibles pero reales, inexplicablemente, frente a nosotros.
Todos hemos sentido algunas veces emociones fuertísimas, verdaderas iluminaciones frente a piezas artísticas únicas, que han conectado con nosotros profundamente, que nos han hecho temblar y gritar y llorar y sonreír … y por eso, por ese efecto intenso casi nos hemos visto en la obligación de pensar en poderes míticos para explicar esa experiencia.
Pero, realmente, el arte surge de la artesanía, de la práctica consciente, la determinación y la constancia.
Así que, abramos las puertas a la inspiración, pongamos los medios para que atraviese el umbral de nuestro taller, entre y se quede un rato con nosotros. Vamos a recibirla con los brazos abiertos, con el lápiz en la mano o la computadora encendida, vamos a darle un lugar en este mundo nuestro tan necesitado de música, canciones y sentido.