Los humanos tenemos este privilegio increíble que es nuestra voz. Si ninguna patología lo impide, este cuerpo nuestro puede generar sonidos gracias a la respiración y las cuerdas vocales, y puede también amplificarlo utilizando los llamados resonadores corporales.
Además tenemos este cerebro capaz de ir enriqueciendo un lenguaje con el que crear historias, lamentos, adoraciones que serán cantadas por esa voz increíblemente flexible y rica.

Vamos a hablar un poco del canto, de cantar, de cantar porque sí.
La voz cantada y la voz hablada
La voz hablada ya tiene, por sí sola, una potencia descomunal. Un discurso puede encender a multitudes, puede provocar iluminaciones personales o hundirnos en la miseria, puede traspasar las mayores defensas.
Pero, si además potenciamos el elemento musical en una construcción verbal y sencillamente, nos ponemos a cantar, ahh, amigos y amigas, eso es una experiencia distinta, es un estado superior. Todos lo hemos sentido en nuestras carnes, en nuestros adentros, eso es una canción haciendo justicia.
El acto de cantar puede verse desde muchos ángulos pero todos y cada uno de ellos incluyen sin remedio ese torrente especial de emotividad y, a menudo, también de significado.
¿Quién puede cantar?
Muchas personas piensan que no pueden cantar, que no tienen voz para ello, que no están cómodas en esa posición de dejarse llevar por las sensaciones del momento y jugar con su instrumento vocal, expresar sus ideas o sentimientos con la enorme variedad de matices que una voz puede articular, por limitada que ésta sea.
A veces, las aspiraciones que uno o una tenga, las referencias que se ponga, van a hacer imposible esta acción tan natural como es cantar. Fijémonos en los niños y niñas. La mayoría no tienen ni idea de afinación, de respiración aplicada al canto, ni ritmo ni gran cosa más a parte de entusiasmo y alegría. No les importa todo ese rollo de la calidad interpretativa, de la afinación perfecta, de la corrección académica, … les da exactamente igual todo ese rollo adulto.
Los niños y niñas tienen mucho que aprender, sin duda, por muy listos que se crean, pero en el tema de cantar tienen toda la razón.
Lo más importante es el hecho mismo de cantar, lo beneficioso que es para nosotros y todo lo demás que pueda venir después no puede, o no debería, anular ni condicionar de ninguna manera esta intuición primera, esa verdad original, el hecho indiscutible de que cantar nos hace bien.

Escuchar es la clave
Pero, claro, somos humanos. Nos gustan los retos, las dificultades, mejorar y que se nos reconozca como buenos, al menos, y si puede ser, geniales, extraordinarios.
Y, bueno, para lograr este estatus, además de una voz bonita y si puede ser potente o angelical, pues mejor, además debemos practicar. Tal vez ir a una escuela o conseguir clases particulares y demás.
Pero, como pasa a menudo, en el proceso de calcular nuestros progresos, o compararnos con aquel o aquella cantante que nos deslumbra, o cantar escalas como una máquina repetitiva y sin sentido, nos olvidamos de la clave del canto, lo que, si ponemos la atención suficiente en ello, va a hacer que cantemos mejor y entendamos también mejor nuestra voz.
La clave de cantar es escuchar.
Dicho así, puede sonar absurdo o exagerado, pero, pensémoslo un momento. ¿Hay algo más crucial que escuchar a la hora de cantar? Tanto si queremos imitar a nuestros artistas favoritos como si exploramos nuevos territorios con nuestra voz, escuchar es aquello que nos va a dar la claridad para valorar y elegir una opción u otra, para desarrollar nuestro gusto personal y para recorrer las posibilidades fisiológicas de nuestro aparato fonador.
Y sí, existe la posibilidad de que tengas una dificultad enorme para escuchar y, por lo tanto, para escucharte y saber qué y cómo estás cantando pero, sinceramente, la probabilidad de que tú seas una de esas personas es muy baja.
Lo que es más habitual es que nos falte práctica en la escucha, en la calidad de nuestra forma de escuchar, y no tanto en nuestras capacidades potenciales para el canto.
Pero, si hablamos de cantar, ¿cuál es el problema?
Saber música, poder sostener un tempo determinado, articular un buen swing, provocar que la audiencia caiga rendida a nuestros pies por la calidad sobrehumana de nuestra interpretación, todo eso, es secundario. Es menos importante que ponernos a cantar. Es algo que, para que suceda, nos tenemos que haber puesto a cantar muchísimas veces antes.
Y sin llegar jamás a ser un buen o una buena cantante, podemos y debemos disfrutar de esta capacidad que todos y todas tenemos. Y si tenemos ideas musicales, si nos gusta escribir canciones, por ejemplo, ese canto imperfecto nos va a servir tranquilamente para componer nuestros temas, para cantarlos nosotros y que puedan cantarlos otras y otros con, tal vez , una voz más preparada o, directamente, privilegiada.
Incluso el concepto de cantar bien esta en constante revisión y admite distintos enfoques y valoraciones.
Quién canta mejor? Elvis Priestley o Dolores O’riordan? Freddie Mercury o Beyoncé? Diamanda Gallas, tal vez? Pues, depende. Depende del estilo musical, de la canción en concreto, del propósito de la interpretación, de a quién le preguntes, … Depende.

El oficio de cantar
Y si quieres cantar en serio, profesionalmente, aprender y ejercer el oficio de cantar, pues adelante. Vas a tener que escuchar, vas a tener que cantar, y estudiar algunas cosas, y cuidar tu voz, y escuchar y cantar de nuevo.
Y no necesitas ser María Callas o Pavarotti. Ni ser un genio musical o escribir letras inolvidables. En el mundo de la música hay espacio para cantantes de todo tipo. Virtuosos, competentes y, digamos, distintos. Bob Dylan, Sid Vicius y muchos cantantes más han ejercido el oficio sin una buena voz, ni una técnica vocal exquisita. Puedes decir que son malos cantantes, que no te gusta nada de sus voces, que detestas su trabajo vocal. Lo que quieras, pero lo que no podrás decir es que son cantantes ni que aportaron su grano de arena a la música y el canto occidental, por decirlo así.
Hasta este punto se demuestra que cantar es en sí mismo algo valioso, sin entrar en las cualidades o habilidades de este o aquel intérprete.
Puedes escuchar el episodio del Podcast titulado «La voz como instrumento, el canto» para ampliar el tema.
Conclusión
Entonces, ¿Cantar o no cantar? Esa es la cuestión
Cantar es tan importante …, no me cansaré de repetirlo.
Es tan bueno, en tantos aspectos, nos aporta tantos beneficios: expresión, evasión, comunicación, …
Cantar mal, poder afinar más o menos, o frases con poco sentido rítmico, por ejemplo, son consecuencias directas de escuchar con poca atención o práctica.
Cantar no debe ser una competición ni un deporte.
Aunque llegásemos a un acuerdo mundial sobre qué es cantar mal y bien, yo estoy seguro que cantar mal no está mal, pero no tenemos tampoco porque quedarnos en eso obligatoriamente. Mejorar nuestra educación auditiva hará mejorar nuestra afinación. Cantar más a menudo hará más probable que detectemos esos aspectos musicales que podríamos mejorar. Escuchar melodías con más atención e imitarlas, mejorará nuestra capacidad para cantar canciones con sentido y para crear las nuestras propias.

A cantar se aprende cantando.
No deberíamos compararnos con cantantes conocidos o virtuosos de la voz.
Cantar es algo personal, como escribir canciones, y para hacerlo bien, para expresarnos, emocionar y emocionarnos no hace falta una voz privilegiada, pero sí atención e intención.
Al final, el objetivo personal de cualquier persona respecto a cantar podría ser, tranquilamente, sentirse bien y tal vez poder expresarse con un puñado de recursos vocales básicos, sin nada muy complejo o extraordinario.
Para terminar sólo diré una cosa más: cantad, cantemos, es gratis, es casi imposible hacer daño a nadie cantando y, probablemente, nos sentiremos mejor inmediatamente.
Y cantando y escuchando, aprenderemos a cantar más y mejor, encontraremos aquello que llaman nuestra voz, nuestra forma particular de cantar, ese camino personal hacia el consuelo y la alegría.