Cuando pensamos en canciones, a menudo, se suele recurrir a las típicas definiciones que mencionan letra y música como sus elementos fundamentales. La melodía, el ritmo, la armonía o las palabras y los versos forman parte, sin duda, de cualquier canción pero las relaciones y sustancias que recorren estas composiciones especiales son variadas y, tal vez, no tan obvias.

Hoy hablaremos del sonido y el significado en las canciones. Vamos allá.
El contenido de las canciones
El interior de las canciones es un lugar muy interesante. Allí se producen interacciones entre sus componentes y características que las convierten en ese artilugio poderoso que todas y todos conocemos.
Pero, si dejamos a un lado, tan sólo un minuto, estas divisiones clásicas, el «letra y música» o «melodía, armonía, ritmo y palabras», podemos subir un nivel y ver los elementos que componen una canción como dos grandes grupos de elementos: el sonido y el significado.
Cada detalle que aparece en una canción va a tener esas dos cualidades, aunque a primera vista tan sólo pensemos en una de ellas.
Cuando escuchamos un acorde, por ejemplo, pensamos en sonido casi exclusivamente pero, realmente, esa combinación sonora va a llevar consigo un potencial significativo, también.
Culturalmente, el sonido de una guitarra distorsionada o de un sintetizador, van a comunicarnos, por sí solos, cierta información y van a activar en nuestros cerebros algunos referentes personales concretos. Probablemente, entonces, esos sonidos ya van a significar algo para nosotros.
Del mismo modo, un verso o una estrofa, que claramente situaríamos en el grupo de elementos con significado inmediatamente, también tiene un sonido particular.
Las palabras resuenan de una manera única, los versos construyen un ritmo verbal y la combinación de métrica en la letra, de rima o incluso las pausas y silencios, van a dotar al conjunto verbal de un sonido determinado, de una musicalidad concreta que, con la elección de otras palabras o estructura lírica habría sido distinta, como los escritores y poetas saben perfectamente.
Vamos a examinar brevemente, para empezar, qué entendemos por sonido y significado.
El sonido
El sonido es un fenómeno físico que consiste en la propagación de ondas a través de un medio. Es la razón por la que escuchamos algo.

Esas ondas son la consecuencia del movimiento vibratorio generado por un cuerpo, por ejemplo, nuestro aparato fonador, es decir, nuestra voz, o un instrumento musical, o cualquier otra actividad o accidente natural que produzca esas vibraciones.
El medio que las lleva de un punto a otros puntos tiene que ser fluido o elástico en alguna medida para poder propagar esas ondas. Por ejemplo, el agua, o el aire.
Esos cambios en la presión del aire que cada vibración provoca son mecánicos, físicos.
Esto es importante.
No es una magia voladora la que lleva palabras o ruidos de un modo caprichoso hasta dar con nosotros. Son vibraciones que se pueden medir y que tienen una fuerza y una dirección o direcciones, entre otras características.
Si tuviéramos la visión adecuada podríamos ver esas vibraciones con nuestros propios ojos ir de un punto hacia otros, como en los efectos especiales de algunas películas. Pensad en las ondas circulares que provoca una piedra lanzada en una estanque, o al flujo de agua que sale de una manguera chocando y modificando otras ondas que pueda encontrar en su camino.
Más tarde, si hay suerte, esas ondas son percibidas por nuestro oído, aunque solamente una parte de ellas. Primero, captamos aquellas ondas sonoras que la membrana del tímpano puede transmitir. Después, la señal mecánica recogida por el tímpano se transforma en impulsos nerviosos en el oído interno. Finalmente, los impulsos nerviosos a través del nervio auditivo son enviados e interpretados por el cerebro.
En lo que aquí nos ocupa, la música producida con instrumentos o el sonido de las palabras al ser pronunciadas hacen todo ese camino antes de llegar a nuestra cabeza.
Hasta aquí el nacimiento y viaje de lo que llamamos un sonido.

El significado
Pero hay algo más.
Por otro lado, tenemos el significado, las palabras, que tienen también su propio sonido, como la poesía sabe muy bien.
Sucede que ese conjunto de sonidos que llamamos palabras no son solamente un sonido, sino que esas vibraciones específicas están asociados a uno (o varios) referentes en nuestros cerebros, que reciben esos sonidos y los relacionan con sus contenidos mentales.
Si digo la palabra árbol, cada oyente pensará en un árbol, cada uno su árbol o árboles particulares, sus propios referentes, pero en principio, si no sucede alguna distorsión en el proceso, siempre será un árbol.
El significado de las palabras es una convención, un acuerdo entre un grupo de hablantes por el que al pronunciar palabras, frases y demás artilugios verbales, más o menos, nos entendemos.
Conclusiones
Toda esta explicación os puede haber parecido un poco técnica o teórica, pero tiene una importancia enorme a la hora de entender cómo escuchamos y percibimos nuestras canciones preferidas, cómo están hechas, porqué un elemento se presenta de una forma determinada y no de otras.
Entonces. ¿Por qué esta combinación? ¿Por qué NO sólo palabras, o NO sólo música?

Bien. Si pensamos en el sonido, en la melodía, en la música en general, no nos será difícil ponernos de acuerdo en que tiene un poder evocador y sugestivo, sin igual. Unas pocas notas o el ritmo más simple que te imagines, puede tener un efecto instantáneo y casi mágico en cualquiera de nosotros.
Pero para decir algo concreto, para ser rotundamente significativo posiblemente no nos va a llegar sólo con la música.
Para decir “Te quiero” o “te odio”, por ejemplo, una música, por magistral que sea, no va a conseguir comunicarlo con eficacia.
Y la música, por sí sola, es muy subjetiva, no existe un diccionario que diga: “la nota fa 4 del gran pentagrama significa corazón”, o “el do central de un teclado de piano quiere decir mundo”, o “el sonido de la primera cuerda de la guitarra equivale al concepto aire” etc …
La música en sí misma, si queremos este punto de claridad, podemos decir que no significa nada en concreto.
La música instrumental es la herramienta más sofisticada que existe para evocar, para emocionar, para crear un aroma, una textura o un torrente de información sonora que nuestros oídos, que después nuestra experiencia transformará en historia, recuerdos o sensaciones concretas.
Estos son, en principio, sus poderes y sus límites.
Por otro lado, las palabras tienen ese poder comunicador, ese potencial de concreción y significado. Y ese poder es al mismo tiempo su limitación, ya que para expresar nuestros sentimientos o nuestros deseos y demás, las palabras muchas veces se quedan cortas. Hay un plano, una profundidad que su mismo peso significativo no le permite alcanzar.
Siguiendo los ejemplos anteriores. “Te amo”, “te odio”, sí, muy bien, fantástico, pero ¿cómo me amas? o ¿cuánto te odio?
Los poetas se han esforzado en llevar a las palabras mucho más allá de sus límites y, en buena medida, lo han conseguido. Pero sigue habiendo un punto que no pueden superar, un deseo humano de expresión y comunicación más variado que, por su propia naturaleza, está fuera de su alcance.
La música tiene ese componente expresivo más dúctil, más apropiado para conducir un relato verbal o una descripción emotiva a regiones del ser humano inalcanzables con solamente palabras sofisticadas.
Dónde no llega solamente la palabra, por poética que sea, quizás pueda llegar en forma de canción. Dónde la música instrumental no consigue concretar un mensaje, una idea o un sentimiento, las canciones tienen la habilidad de ofrecer un artefacto tal vez más completo.
Como veis, las canciones no son una casualidad sino, prácticamente, una necesidad, algo inevitable para todos nosotros.
La misma necesidad, seguramente, que tenemos de escucharlas y de cantarlas.
Escucha música, canta, haz canciones, crea música o escribe letras, versos, lo que quieras.
El mundo las está esperando.