Algunas veces, algunas personas, sin importar edad ni condición, sienten la curiosidad o la necesidad, incluso, de entender cómo funciona la música. Han escuchado expresiones como teoría musical, o solfeo, o armonía y se preguntan qué esconden esas palabras misteriosas.

Escuelas de música de todo tipo, conservatorios, profesores o profesoras particulares, videos en internet y tantos lugares o fuentes donde encontrar esa valiosa información.
Cuando queremos aprender algo de verdad encontramos la forma, aunque muchas veces cueste tiempo y dinero, sudor y lágrimas.
1. ¿Porqué aprender música?
Lo primero que deberíamos preguntarnos es si es necesario aprender música, en realidad. Toda esa oferta educativa, las miles y miles y miles de páginas dedicadas a ilustrar teorías, métodos y rutinas para aprender e intentar entender el fenómeno musical humano, ¿vale la pena?
Bien, para empezar, como es habitual, deberíamos preguntarnos por los motivos, por el propósito, por el objetivo personal de cada cual con respecto a la música.
¿Qué relación queremos tener con ella? ¿Queremos ser unos melómanos ilustrados? ¿Nos gustaría tocar bien un instrumento musical? ¿Estamos interesados o sentimos la necesidad de componer canciones?
La música está en todas partes, afecta de un modo u otro a todo el mundo y significa cosas muy distintas en la vida de cada cual.
Para la muchas personas es una actividad más bien pasiva.
Para la mayoría, consigue producir alguna reacción, como cantar la letra, tararear la melodía o bailar, por ejemplo.
Para un grupo más reducido, la música ya es algo de lo que se quiere participar de una forma activa, como aprender a tocar un instrumento o a perfeccionar alguna habilidad musical conscientemente.
Y, además, otro grupo de personas sienten el impulso creador en su interior, componen música, escriben letras o reúnen todo ello en canciones completas.
Cada persona tiene un vínculo único con la música, algo íntimo, hasta cierto punto inexplicable y cada una de esas relaciones personales necesita cosas distintas.

A un oyente pasivo no le hace falta gran cosa: un hilo musical, un ambiente sonoro de fondo, nada extraordinario.
Una persona que reacciona a la música de algún modo probablemente va a seleccionar qué tipo y en qué forma y momento va a escucharla y no cualquier cosa le va a servir para sus propósitos, para cantar o bailar o tararearla.
Un músico aficionado va a añadir a esta selección musical acorde con sus gustos, un tiempo y espacio dedicado a practicar, a escuchar con atención y tal vez algún material didáctico o alguna escuela de música o docente para guiarlo.
Finalmente, un aspirante a músico, compositor o compositora profesional muy probablemente, además de lo anterior, va a estudiar un repertorio, va a relacionarse con otros músicos y va a intentar encontrar su sitio en el mundo laboral relacionado con la música.
2. ¿Dónde aprender música?
Si nos centramos en el aprendizaje, si es que decidimos que necesitamos esos conocimientos, hay tres grandes caminos que seguir.
- Autodidacta
- Escuelas de música y conservatorios
- Enseñanza particular
La opción autodidacta consiste en ir adquiriendo habilidades y conocimientos musicales según los vamos necesitando. Encontrarnos con algo que no entendemos o no sabemos hacer y buscar una explicación o soluciones por nuestros propios medios. Puede ser materiales educativos musicales, vínculos familiares o amistades y, sobre todo, práctica y dedicación.
El resultado de un aprendizaje autodidacta puede ser tan bueno o mejor que uno reglado o estructurado de algún tipo, pero a menudo es un camino largo y que deja huecos en el mapa de las posibilidades musicales, junto con alguna inseguridad añadida en los propios conocimientos y capacidades adquiridas.
Las escuelas de música, sean del nivel que sean, son teóricamente el lugar idóneo donde aprender la teoría, pulir y mejorar la técnica, relacionarte con gente interesada en la música y, probablemente, tocar con ellos y ellas. Este escenario se acostumbra a cumplir, al menos en partes , en la mayoría de ellas, y el precio que hay que pagar, además del económico, usualmente, es seguir un camino uniforme y pre-establecido para todos los alumnos y alumnas y, muchas veces, aceptar al profesor o profesora que te pongan delante con sus virtudes y sus defectos, te guste o no, encajéis el uno con el otro o no.

La consecuencia de este escenario suele ser músicos que aprenden de un modo estándar una teoría común y una práctica equivalente con una paciencia desigual. Muchas vocaciones acaban maltratadas o directamente anuladas por estos sistemas rígidos de enseñanza. Algunas ideas y mucha motivación y entusiasmo están enterradas, desgraciadamente, en esas instituciones.
La enseñanza particular o individualizada es otra opción para aprender y, probablemente, la más interesante y fructífera a nivel personal. Si encuentras al docente o docentes ideales para ti y puedes pagarlos, en principio puedes encontrar un buen balance entre lo que quieres o necesitas aprender y lo que el profesor o profesora de turno cree que necesitas o debes saber.
Los contras de esta forma de aprender es que tienes que evitar la dependencia de uno o pocos referentes y debes cambiar con alguna frecuencia de maestro o maestra. Además, quedará pendiente la parte de relaciones personales y musicales con aprendices como tú y otros músicos, algo básico para madurar y encontrar tu sonido, tus valores diferenciales entre la jauría de artistas que siempre hay por yodos lados. Esa exposición y exploración deberás asumirla tú personalmente.
3. ¿Cómo aprender música?
Y aquí llega la madre del cordero.
Si ya sabemos porqué y dónde, tan sólo nos queda un detalle para ponernos en marcha. Sí, un detalle, pero casi con toda seguridad, el más importante. Cómo vamos a hacerlo.
¿A qué me refiero con esto?
Bien. Incluso con la decisión de aprender tomada y el método o lugar o persona elegidos, todavía no sabemos exactamente cómo va a ir el asunto, qué haremos primero y qué después, que será lo prioritario y lo secundario, qué va a propulsar el aprendizaje y qué va a ir completando el escenario.

Las famosas metodologías o métodos de enseñanza musical son finalmente donde se suelen precisar estas cuestiones.
La forma académica más tradicional suele poner el acento en el lenguaje musical, la técnica instrumental y la ejecución de tal o cual repertorio escogido. En las escuelas, durante los últimos siglos, se ha acostumbrado a los alumnos y alumnas a tener un papel pasivo o reactivo frente a los contenidos que iban presentando los docentes.
Los conocidos programas educativos establecían, y todavía lo hacen en la mayoría de centros de enseñanza, un orden inalterable de competencias que debían irse asimilando, un material canónico, por decirlo así, y unos exámenes tras los cuales se obtiene un título, la prueba de que somos músicos o instrumentistas en tal o cual grado o nivel.
Incluso los docentes particulares suelen echar mano de una u otra tradición educativa musical, casi siempre la que ellos recibieron o padecieron, y aplicarla con pocos cambios a sus propios alumnos y alumnas.
Conclusiones
Por lo tanto, hay que ir con cuidado y no dejarse llevar por este o aquel programa o receta educativa.
¿Cuál es la mejor solución, entonces?
Por suerte, no hay un solución o respuesta para todo el mundo. Y es lógico y bueno que sea así ya que, como hemos dicho y realmente cualquiera sabe, cada caso es único y necesita una solución idealmente, única.
¿Significa esto que es imposible? La respuesta es no.
Usemos el sentido común. Ahora que ya sabemos lo bueno y lo malo de cada camino, probémoslos sin compromiso, veamos si nos sirven a nosotros personalmente o hasta qué punto nos son de ayuda. Cambiemos sin miedo si no estamos cómodos del todo o nos falta algo, vayamos completando con diferentes fuentes nuestro aprendizaje, juntemos nuestra combinación educativa perfecta, hagámosla a nuestra medida.

No hay que tener prisa, pero tampoco tenemos que perder el tiempo ni el dinero en este camino infinito que es aprender. Rodeémonos de buenas amistades afines, intercambiemos experiencias y conocimientos, paguemos por aquello que nos hace falta para desarrollarnos como artistas y no por lo que se supone que debemos aprender.
La música o las canciones pueden ser una forma de vivir, pueden llenar una existencia hasta el borde. Como cualquier arte es absolutamente inacabable, por la sencilla razón de que empezó con nosotros, estos torpes humanos, y acabará con nosotros también.
Aprense sin miedo, aprende como quieras, aprende lo que necesites y haz oír tu voz en el ruido del mundo, aporta algo de sentido a esto que vivimos cada día, tantas veces absurdo.