Todo el mundo, casi, dice que le gusta la música. Todo el mundo, creo, recuerda alguna canción. Algunos y algunas, además, se ponen del otro lado y descubren que tienen algo que decir, una necesidad o tal vez un pasatiempo que los lleva a componer piezas musicales o canciones.

Lo cierto es que estamos rodeados de música, de versos cantados, de ritmos, de experiencias sonoras con intención pero, ¿alguna vez te has preguntado porqué hacemos canciones?
Veamos de qué nos sirve componer nuevas obras y, quizás, mostrarlas a conocidos y extraños, a esos seres que llamamos humanos.
¿Quién puede escribir canciones?
Esta es la pregunta del millón.
Y la clave para responderla está en entender en qué consiste una canción.
Allí recojo algunas definiciones que, más o menos coinciden en que sería “una composición musical para la voz humana, con letra”.
Por lo tanto, si tienes una voz, la que sea, y sabes hablar, ya tienes lo básico para producir canciones.
Podemos añadir los instrumentos musicales, si queréis, pero en realidad, tocar un instrumento no es obligatorio para hacer una canción.
Entonces, a priori, cualquiera puede hacerlo.
Pensad por un momento en lo siguiente, una situación cotidiana.
Estáis en casa haciendo una tarea doméstica o por la calle, en camino hacia alguna parte, y os viene a la memoria el recuerdo de una canción. Pero es un recuerdo incompleto, algunas partes de la canción no las tienes claras. Aun así, no puedes evitar cantarla o tararearla o canturrearla y, en los espacios que no recuerdas, vas improvisando, vas rellenándolos con otros recuerdos, con tus experiencias, con tus recursos.
Felicidades. Estás componiendo una canción.
Haciendo canciones
Lo creas o no, ese es el mismo proceso que afronta un escritor de canciones profesional o no, exitoso o no. Exactamente el mismo proceso.
Prueba, acierto o error. Prueba, acierto o error. Esto me gusta más que aquello, esto no encaja con el resto, etc etc …
Estos tanteos y estas decisiones, registradas o guardadas en algún lugar, físico o virtual, son el flujo básico de trabajo de un compositor.
Una buena parte de las tareas involucradas en escribir una canción no son distintas de otras tareas cotidianas que hacemos a diario en nuestra vida.
Desde cocinar, al bricolaje, o cualquier actividad que implique juntar cosas distintas, mezclarlas según un criterio o un gusto personal y conseguir un resultado concreto.
Así es también cómo se hacen las canciones. Con más o menos experiencia, con más o menos autosatisfacción, lo que entendemos como música, letras y propósito son los elementos que se mezclan en cada canción de una forma particular y resultan en una combinación más o menos única.
Los obstáculos que nos encontramos cuando escribimos música o canciones son semejantes a los problemas de los cocineros o las arquitectas o casi cualquier trabajo u oficio.
Demasiado fuerte, demasiado largo, muy dulce, frágil, aburrido, fuera de lugar, …
Este tipo de pensamientos y muchos otros son habituales durante el proceso creativo de muchas actividades sin el aura sobrenatural que envuelve a lo llamado “artístico”.
Pensar en el detalle y en el conjunto, en lo que decimos y lo que queríamos decir, en la continuidad y en la sorpresa, tener en cuenta el equilibrio y el sentido a la hora de elegir palabras o notas o tonos cuando escribimos una canción son equivalentes a pensar “sal o pimienta”, “cuánta sal o cuánta pimienta”, “tal vez, mejor azúcar”, ¿quién se va a comer este plato?
No entraré aquí a hablar de la inseguridad, la autoexigencia y otros muchos obstáculos mentales que acechan a los compositores en su trabajo. Daría para varios programas enteros.
Hoy vamos a centrarnos en lo positivo, que es mucho.
Beneficios personales
Quién canta su mal espanta.
Repito mucho este dicho popular porqué me parece una joya de la elocuencia y el conocimiento humano.
Para hacer una canción no es necesario ser cantante, pero sí tenemos que cantar, y cantar es, en buena medida, sinónimo de salud.
Esto, más que una frase o que la voz de la sabiduría, es una experiencia. Todos y todas hemos sentido ese alivio, esa emoción especial cuando cantamos o tarareamos una melodía, cuando entonamos la letra de una canción, y también después de hacerlo.
Nos sentimos mejor, más confortados en las situaciones difíciles de la vida y nos sentimos todavía mejor, en la celebración de los momentos buenos o felices.
Escribir en general, además, y hacer canciones en particular, es una herramienta extraordinaria para llegar a conocernos mejor.

Si piensas que lo sabes todo de ti, probablemente sepas muy poco, en realidad.
Somos, en gran medida, unos desconocidos para nosotros mismos. Estamos demasiado cerca de nosotros, por decirlo así. Tenemos demasiados intereses involucrados para así, fácilmente, ver nuestras circunstancias con un poco de objetividad.
No es algo tan sencillo.
Escribir una canción nos proporciona algo de distancia. Nuestras palabras, nuestras melodías somos nosotros mismos frente a nuestros ojos y nuestros oídos, y nos dan la oportunidad de vernos desdoblados, por decirlo así, y valorarnos con un poco de objetividad, con un poco de perspectiva.
Estos dos beneficios, por sí solos, ya dan una idea de lo poderosa que es esta actividad.
Si añadimos la dimensión social y de relaciones a la que puede dar lugar expresarnos de esta manera, todavía encontraríamos muchos más.
Conclusión
En definitiva, si crees que es imposible que llegues nunca a componer una canción, estás equivocado o equivocada.
Es así de simple.
Hoy mismo, ahora mismo podrías escribir en un papel una frase, o grabar en tu teléfono móvil una expresión, o una idea o una preocupación y ya estarías en el proceso de creación de una letra.
Si usas tu voz para ello y añades alguna entonación o intento de melodía en el momento de la grabación, ya estarás tanteando posibilidades musicales para esa idea.
Los compositores más famosos y los menos conocidos, todos utilizan este tipo de medios para recopilar material, semillas que con el tiempo y algo de dedicación se convertirán o no en canciones completas. Unas mejores que otras, unas muy diferentes de la primera forma o idea que tuvieron, otras conservando la esencia inicial.
La música de una canción conducirá a su letra y al revés, como una trenza de sonidos y significados.
No importa. Cada canción tiene su historia, su nacimiento, su desarrollo y su conclusión. Los caminos que seguirá ese proceso y los tiempos son variadísimos.
Unas canciones se escribirán de forma bastante lineal, de inicio a fin, otras no. Unas se escribirán por completo en días o semanas, otras esperarán en un cajón o en un archivo informático meses o años hasta encontrar un desarrollo completo.
Este programa está concebido para deciros una sola cosa. No necesitamos nada extraordinario para escribir una canción.
De hecho, existe un sólo requisito para ello: querer hacerlo.
Las habilidades básicas las tiene todo el mundo, cualquiera de nosotros, en cualquier lugar, en cualquier momento.
Las habilidades concretas, el hábito, las técnicas, los conocimientos específicos que nos ayudan a dar forma completa a una canción no son nada esotérico. Son fácilmente asumibles y, con algo de práctica e interés, se aprenden y dan frutos cada vez mejores.
Bueno, ya me he desahogado. Da mucha rabia cuando una persona, y yo soy un ejemplo viviente de ello, se limita en actividades que puede efectivamente hacer por creencias personales o colectivas.
Nuestro cerebro puede ser nuestro aliado o nuestro principal enemigo. Hay que vigilarlo y obligarlo a que trabaje a nuestro favor y no en nuestra contra.
Hay que fijarse un poco en cómo pensamos y en si los resultados de nuestros pensamientos nos llevan a hacer lo que queremos y podemos hacer o nos ponen obstáculos.
Nuestra cabeza debe estar a nuestro servicio y no contra nuestros deseos y posibilidades.
Esto es todo, ¿por qué no escribes una canción?