Ya tuviste el impulso de crear una canción y encontraste también una idea prometedora. Muy bien y, ¿ahora qué? Hay que centrarse en cómo completamos esa canción en potencia, cómo le vamos a ir buscando y añadiendo los elementos necesarios para que cumpla con lo que esperábamos conseguir, al menos, antes de empezar.

Hablemos del desarrollo de las canciones.
El oficio de hacer canciones
Bien. Siguiendo este camino alucinante que es escribir una canción, sea esta corta o larga, compleja o sencilla, buena o no tan buena, siguiendo este proceso que empieza por el deseo, por la intención, por el propósito de crearla y que sigue por el hallazgo de una idea, o el accidente, o un simple tropiezo con ella, nos encontramos en el momento de hacerla crecer, de darle forma, de completarla.
Tenemos un texto, tal vez, un verso o unas pocas rimas, o quizás un fragmento interesante de una melodía o unos acordes que cuando suenan uno detrás del otro parecen decirnos algo especial, algo que no entendemos completamente pero que nos intriga y, por lo tanto, lo perseguimos.
Sea cual sea ese principio, esa idea, esa pequeña semilla concreta que nos pide ayuda para crecer y convertirse en una canción, hay algo en ese punto, en ese momento, en ese material concreto que ya nos está señalando una dirección, un espacio donde explorar y no otros posibles.
El principal problema, y también la mayor bendición, de la creación artística en general y de la musical en particular, es que puedes hacer cualquier cosa que se te pase por la cabeza, cualquier cosa por extraña o loca que parezca.
Esto es un problema porque hay que decidir entre una infinidad de combinaciones posibles, hay que enfocar hacia algún sitio o dirección e intentar abrir un nuevo camino, por decirlo así.
Y es una bendición, al mismo tiempo, porque es prácticamente imposible agotar todas esas combinaciones. Por lo tanto, siempre habrá una nueva canción que componer.
Genial.

Entonces, tenemos una idea para componer y empieza el trabajo de las y los compositores de canciones tal como lo conocemos. Y si hablamos de canciones completas, nos estamos refiriendo a un tipo de personas con distintos intereses y habilidades. Se tratará de un músico, pero también de un escritor o escritora, en alguna medida.
Una persona, en definitiva, que tiene la tarea de reunir diversos materiales en una sola obra con sentido.
Hay mil formas de nutrir y desarrollar una canción, de conducir el proceso compositivo, y elegir una u otra va a depender de lo que se quiera conseguir, de las habilidades, preferencias o costumbres de los compositores implicados e incluso de los medios de que se disponga para hacer ese trabajo.
Y todo lo referente a quien escribe la canción, dónde y cómo lo hace, por ejemplo, es relevante para el desarrollo y el resultado final.
Fases del desarrollo
Desarrollar una canción es reunir lo necesario para explicar una historia o completar cualquier composición con su música y su letra.
Podemos escribir todo el texto, todos los versos, con sus rimas o sin ellas, y después encontrarle una melodía que le haga justicia.
O podemos hacerlo al revés y buscar versos que viajen bien y completen el sentido de una melodía, unos ritmos o unos acordes fijados con antelación.
O podemos ir armando la estructura de la canción por bloques y definir bien por ejemplo una estrofa, o varias, o el estribillo y después completando el resto.

O cualquier otro procedimiento mixto, con un pedazo de letra por aquí, después un estribillo con letra y música creadas al mismo tiempo, y después la melodía que nos faltaba, y tal vez un puente …
No hay una regla fija, por supuesto. Ni siquiera la costumbre de muchos compositores sirve porque nos puede llevar a repetirnos, a encontrar demasiado a menudo soluciones iguales o semejantes, a ser previsibles o directamente agotadores y aburrir al gato, al vecino y a nosotros mismos.
De hecho, es una buena costumbre alejarse de nuestras costumbres regularmente porque, de nuevo, procesos distintos producen resultados distintos. Y, ya que nosotros vamos a ser los mismos en todas esas situaciones, no va a ser difícil reconocernos incluso en esas nuevas tierras o situaciones poco o nada conocidas.
Algunos pueden amontonar decenas y decenas de propuestas e ideas para un solo pasaje de una canción. Otros harán el proceso de criba y selección en su cabeza o en su garganta y sólo escribirán o grabarán unas pocas opciones.
Algunas canciones podrán con nosotros y las tendremos que abandonar a medias, durante semanas, meses, años o para siempre y otras se armarán fácilmente en poco tiempo en nuestras manos y seremos los primeros sorprendidos de que las cosas hayan ido así.
Guía compositiva
Teniendo todo esto en cuenta, toda esta variedad de posibilidades, de procesos, de intuiciones, pruebas y accidentes, ¿qué decir de esta tarea que nos pueda servir de ayuda o de guía?
Hay tres conceptos que no podemos perder de vista en el desarrollo de una canción. La musicalidad, el interés y el sentido.
Hablemos un poco de ellas.
Musicalidad
Por mucho que hablemos de palabras, por mucho que queramos dotar de espiritualidad o ideologías o cualquier otra cosa a una canción, por muy atrevidos que seamos con el ritmo y el sonido, hay un principio que no podemos descuidar, por muy audaces que seamos.
Me refiero a la musicalidad.
Una canción es ante todo un conjunto de sonidos diseñados para ser percibidos como música, como armonía, por muy retorcida que esta sea, como algo sutil por muy contundentes que suenen los versos que se canten en ellas.
Me refiero a que, durante el desarrollo de una canción, cuando estamos eligiendo qué vamos añadir y qué no, o en qué lugar va a ir esto o aquello, o en qué proporción, tenemos que pensar siempre en que estamos escribiendo una canción.
La musicalidad así entendida, es la cualidad sonora que tendrán todos los elementos de una canción cuando sean cantables dentro de los parámetros del género o del estilo de la canción y que, por lo tanto, tengan ese potencial memorable, es decir, que no sea difíciles de recordar.
Interés
Otro concepto importante en la composición de canciones es el interés.
Aunque, en efecto, por lo general, una canción es un artefacto de poca duración, ello no nos libra de tener que ofrecer en su corta existencia una cierta variedad, unos cambios o alteraciones en las cualidades de sus elementos para ofrecer cierta sustancia y también para mantener la curiosidad de la audiencia.
Diseñar o, directamente, ejecutar un plan para la obra donde la intensidad y la relajación o la calma tengan sus momentos, donde la exigencia y la recompensa estén equilibradas de alguna manera, donde la sorpresa tenga aunque sea un pequeño papel, van a ser maniobras que haran a cualquier canción más interesante, más expresiva y potencialmente mejor

Sentido
Otro fundamento que tienen la inmensa mayoría de las canciones y que les da fuerza y solidez como artefactos artísticos es el sentido.
Y me refiero a sentido con un enfoque amplio. No quiero decir significado. No quiero decir influjo ni halo sobrenatural. Y tampoco quiero meterme en una discusión terminológica.
Cuando digo sentido apunto a algo que es básico para que una canción funcione, me refiero a algo parecido a la coherencia interna, a no traicionarse a sí misma, a acumular contradicciones hasta cierto punto pero sin destruir esa especie de unidad y de peso que reconocemos en las mejores canciones.
Incluso las obras o los géneros que juegan claramente a combinar elementos más o menos contradictorios en su contenido deben ser consecuentes con esa estrategia narrativa, con ese discurso y, mediante la recurrencia y la claridad, remarcar que lo dispar que estamos escuchando en ellas es deliberado, una opción estética, una posibilidad expresiva en acción.
Problemas y obstáculos
Pero, incluso estando alerta y siguiendo lo que hemos apuntado para guiarnos por la jungla de la creación, incluso así nos vamos a encontrar con problemas más o menos grandes, más o menos evidentes, más o menos esperados.
Veamos alguno de ellos.
El bloqueo compositivo
El obstáculo más famoso probablemente en el mundo creativo, la pesadilla que nos visita a menudo en sueños y también, desgraciadamente, cuando estamos despiertos es la parálisis o el bloqueo creativo.
A veces debido a las expectativas, otras a la falta de propósito o al agotamiento, a la falta o incluso el exceso de conocimientos o a otras razones peregrinas, llegamos a un punto en el desarrollo de una canción en el que somos incapaces de continuar con el trabajo.
De pronto, no hay ideas, donde estaban nuestras tentativas y nuestra energía aparece un vacío y todo se vuelve confuso e intratable.
Bien, esto puede suceder y, de hecho, no es algo tan exótico. Forma parte de los oficios creativos. Cuestionarse regularmente, preguntarse si lo que estamos haciendo vale la pena y le importa a alguien o va a gustar o no, es algo habitual y tenemos que saber lidiar con ello.
Algunas ideas rápidas par salir del atolladero: tomar distancia con lo que estamos haciendo, dar una vuelta, cambiar de proyecto, hacer balance de lo que tenemos y lo que queremos, equilibrar foco y perspectiva, por ejemplo.
La procrastinación
Otro obstáculo habitual en el proceso creativo es la famosa procrastinación, el ya lo haré más tarde, el no encuentro el momento, el tengo otra cosa que hacer primero.
El trabajo creativo es algo intenso, generalmente. Exige una concentración muy alta, no importa la calidad o inspiración que reúnan los resultados. Por ello, es algo excitante, adictivo incluso pero también agotador y que da respeto si lo piensas en frío.

Entonces, es posible que, a etapas de mucho esfuerzo creativo le sucedan tiempos apáticos, exhaustos, días o semanas en las que no quieres ni siquiera escuchar música, ya no ponerte a escribirla.
Lo dicho, es normal. El ocio e incluso el puro descanso de las personas dedicadas a trabajos creativos es en realidad abono, combustible, alimento para sus obras del futuro.
Así que, tranquilidad. Aunque tampoco debemos abusar de no poner en marcha nuestra maquinaria creativa durante mucho tiempo, no somos máquinas y hay que entender que evadirse o dejar espacio es necesario para afrontar este tipo de tareas en el medio y el largo plazo, de una forma sana e interesante.
Conclusiones
Desarrollar una canción es una tarea que puede afrontarse de muchas formas. Como un puro trabajo, prácticamente un trámite o una serie de acciones mecánicas, como una obsesión asfixiante o como algo aleatorio o como un juego interesante donde vamos a decir que reglas seguiremos y que piezas utilizaremos en él, por ejemplo.
Esto dependerá de la persona y del momento en que se encuentre pero también de factores externos como la urgencia, o las expectativas u otras tantas situaciones de la vida que nos afectan y nos condicionan al hacer cualquier cosa.
¿Cuál es mejor? depende claro, siempre depende, todo depende, como decía la canción.
Y, aunque sea un poco cansino, muchas veces tenemos que hacernos alguna pregunta antes de responder a la primera.
¿Queremos que componer canciones sea algo que hagamos durante muchos años o sólo es un pasatiempo durante alguna temporada de nuestra vida? O queremos que sea una forma de ganar dinero, o de conocer gente o viajar …
Como ya he repetido más veces, los motivos, cuando están claros, facilitan mucho todo lo que viene después en cualquier actividad o aventura.
Si queremos escribir muchas canciones, durante mucho tiempo, una de las mejores soluciones es tomárselo como algo lúdico, como algo infinito, y relajarse un poco y escribir canciones regularmente.
Si quieres ganar dinero escribiendo canciones, tal vez deberías acercarte y tener amistad con artistas conocidos o aspirantes a serlo.
Si quieres viajar, escribe unas pocas canciones, aunque sufras un poco al hacerlo, monta un grupo y pásate años tocando por todos los sitios que puedas.
Probablemente haya tantas opciones como personas así que, seamos sinceros con nosotros mismos y averigüemos qué es lo que queremos hacer en nuestra vida o al menos durante una buena temporada, Cuando sepamos esto nos será mucho más fácil saber qué tenemos que hacer y qué no para conseguirlo.
No hay mucho más misterio.
Desarrollar una canción, en definitiva, es llevar a cabo un plan, cerrar un círculo que empieza con la imaginación, con el deseo de componer, y termina con un objeto artístico nuevo en el mundo.
Escribir canciones es, en definitiva, un oficio, una artesanía antigua que sigue siendo moderna y que nos demuestra día a día su vitalidad, sus poderes legendarios, su abismo, su gloria, sus espejismos.
Pongámonos en marcha, agarremos esas ideas y vamos a hacer canciones, hasta el fin de los tiempos o hasta que el cuerpo aguante.