Cuando escuchamos expresiones como «qué ritmo» o «ya he escuchado ese ritmo antes» y otras similares, estamos haciendo referencia a unos patrones que reconocemos como musicales, que probablemente ya los hemos escuchado en otras ocasiones, contextos y composiciones.

Son los sagrados ritmos, la raíz más profunda que estructura y organiza la música que se hace, en cualquier época, de cualquier forma y que le da un carácter determinado a cada composición.
Vamos a explorar el mundo fascinante de los ritmos musicales.
Ritmo, compás, pulso
Lo primero que tenemos que decir y remarcar acerca de este asunto es que el ritmo, como concepto y como realidad en nuestras vidas, es algo que se manifiesta en muchísimos momentos y circunstancias. Es algo tan profundo y básico en la forma en que percibimos y entendemos el mundo a nuestro alrededor que vale la pena ser bien conscientes de ello.
En el artículo titulado «El ritmo en la música» hablo con más precisión de estas implicaciones y la forma cómo prácticamente todo en nuestra existencia esta atravesado y se sostiene, hasta cierto punto, en el ritmo.
La verdad es que, para las personas que no han recibido educación musical reglada de algún tipo o que sencillamente no han prestado una especial atención a los entresijos de las canciones y músicas que se escuchan a diario por todas partes, el ritmo musical, los compases y el pulso, entre otros conceptos, pueden parecerles sinónimos o asuntos teóricos sin importancia.
Pero para quién siente interés por entender cómo están hechas esas obras que entran por nuestros oídos y nos hacen sentir, nos emocionan y, a veces, incluso nos estremecen, hay algunas cosas que aclarar en este asunto.
La unidad rítmica elemental es el pulso. Es algo regular que está en la base de cualquier combinación rítmica, patrón o clave. Puedes escucharlo en cualquier composición o sólo percibirla como implícita, como referencia para el resto de elementos que conformen la música de la obra. Puede ser más rápido o más lento y, en principio, no incluye acentos.

Los compases, por resumir mucho el tema, son agrupaciones de pulsos y acentos, pulsos más fuertes o intensos, que se repiten regularmente durante una obra o parte de ella. Son los conocidos 2/4, 4/4, 6/8 y demás. Generalmente, los compases se dividen en una cuantas categorías para distinguirlos.
Veamos una muestra de estos ritmos musicales básicos que llamamos compases:
- Binarios (2/4, 6/8)
- Ternarios (3/4, 9/8)
- Cuaternarios (4/4, 12/8)
- De amalgama (5/4, 7/4, etc …)
Finalmente, sobre esos pulsos y esos compases, se ejecutan los ritmos, las combinaciones percusivas que todas y todos reconocemos y que, según el ámbito cultural en que se den, recibirán nombres como patrón, clave, palo, etc …
Dicho esto, vamos a centrarnos en esos ritmos que reconocemos, en esa percepción que tenemos de cada combinación.
Ritmos y géneros musicales
Si regresamos al mundo real, a lo inmediato de la música y dejamos por un momento a un lado las cuestiones teóricas (aunque pulso, compases y demás son muy muy reales), si vamos a los más evidente y perceptible de los ritmos musicales, nos encontramos rápidamente con los estilos, con los géneros musicales en sí mismos.
Los ritmos musicales tienen un poder tan gigantesco que, por sí solos, pueden definir casi completamente un género musical.
Y, aunque estamos acostumbrados a vincular ritmo con instrumentos percusivos como tambores, palmas o baterías completas, en realidad los ritmos musicales se manifiestan en cualquier instrumento, incluso en la voz, en el mismo momento en que se están desplegando y llega a nuestros oídos.
La música sin ritmo no sería música. Sin acordes o melodía, sí, pero sin ritmo sería incomprensible. Ese es el enorme poder del que estamos hablando.
Cuando escuchamos la clave de Bossa nova ejecutada por una guitarra o un piano, inmediatamente reconocemos ese género, esa forma particular de encauzar una melodía, un fraseo o una idea compositiva cualquiera.

Todo lo que escuchemos con esa clave implícita responderá y sucederá en relación a ella, absolutamente todo. Y si algo se aleja demasiado de ese patrón concreto de pulsaciones y acentos, notaremos rápidamente que algo no está en su sitio, que suena mal o que, sencillamente, no tiene sentido.
Algunos ritmos musicales muy conocidos
Para concretar aún más y entender qué es un ritmo musical exactamente vamos a poner algunos ejemplos muy conocidos y saldremos de dudas completamente.
Además de la Bossa Nova, que acabo de mencionar, otros ritmos musicales muy conocidos y reconocibles que se han practicado en las últimas décadas podrían ser el bolero, la rumba, la chacarera, el funk o el mismísimo reggaetón o denbow, que es cono se denominaba en sus inicios.
Cualquier pieza musical o canción va a utilizar, al menos, un ritmo musical, una secuencia de pulsaciones y acentos se se repiten con alguna regularidad.
Y, por ejemplo, cuando se quiera hacer una versión o cover de algún tema que implique un cambio de ritmo, el resto de elementos musicales deberán adecuarse al nuevo ritmo propuesto para que el conjunto suene coherente.
Como veis, el ritmo manda, sin piedad, desde abajo hasta lo más alto, omnipresente y todopoderoso.

Conclusiones
En fin, los ritmos musicales, lo que podría verse tranquilamente como la columna vertebral de la música y las canciones.
Su jerarquía e importancia es tal que no hay otro elemento musical, ni siquiera las letras de las canciones, en buena medida, que puedan ignorar o evadirse del ritmo de una composición.
De hecho, la primera razón por la que, en ocasiones, escuchamos a un intérprete o banda tocando raro, impreciso o con cierta confusión, es cuando una parte se aleja del sentido y el movimiento rítmico esperado o sugerido.
Los ritmos musicales son inspiración y expresión humana a pleno rendimiento.
Con sólo nuestras manos, o moviendo los pies, o golpeándonos con intención musical los muslos o el pecho, así podemos activar un patrón rítmico y empezar a hacer música.
No hace falta más.
Elige o inventa un ritmo musical y empieza a hacer música o escribe tu canción.