Si pensamos en las características de las canciones, en sus límites, a menudo nos encontramos con la complejidad versus la simplicidad o la sencillez, por ejemplo. Parece claro que una canción tiende a ser breve, en comparación con otras obras musicales, al menos, pero … ¿Qué se espera de las canciones? ¿Hasta dónde podemos llegar con ellas?

Veamos qué sacamos en claro de este asunto.
¿Qué esperamos de una canción?
Cuando escribimos canciones o componemos música estamos armando un artilugio muy concreto, no cualquier cosa que nos pase por la cabeza, no un concierto para guitarra y bajo, no una sonata, y tampoco una sinfonía.
Aunque suene a algo obvio, son cosas distintas.
Quiero decir que una canción es una canción y no otra cosa. Tiene sus peculiaridades y, sin bien puede extenderse, complicarse y evolucionar sin duda, y tiene una cierta flexibilidad en sus formas y contenidos, una canción no está pensada para todas las necesidades expresivas de música y letra.
No es algo raro escuchar de la boca de cualquiera frases del estilo: «demasiado recargado, no logro seguir el hilo», o «pero cuántos cambios tiene esta canción» y comentarios o pensamientos semejantes.
¿Cuál es el problema? En principio, no deberíamos sorprendernos porque una canción evolucione de esta o aquella manera, porque aparezcan partes completamente inesperadas o porque dure mucho más de lo habitual.
Pero, de hecho, sí lo hacemos.
Cuando escuchamos por primera vez una canción que contiene 7 u 8 o más partes diferenciadas o estructuras complejas o largas composiciones de 6 o más minutos, por ejemplo, esto llama la atención y, para la mayoría de los oyentes, no son obras que encajen bien en lo que se espera de una canción.
Es así y, nos guste más o menos, tiene su sentido.
Son situaciones distintas a las habituales, a los parámetros que suelen manejar las canciones en su inmensa mayoría y esto, puede resultar incluso atractivo, interesante, pero para muchísimas personas resulta ser más bien decepcionante o directamente insoportable.
En la comunicación humana, en los códigos que utilizamos para intentar entendernos, está una buena parte del éxito de la comunicación y del entendimiento mismo.
Si yo anuncio que explicaré un cuento y acto seguido me paso media hora hablando de filosofía, una gran parte de la audiencia va a preguntarse qué tipo de cuento es ese y, eventualmente se van a sentir engañados.
Por mucho que escuchemos música y canciones con la mente bien abierta y sin prejuicios, en estas situaciones vamos a sentir el peso de transgresión de la forma esperada, de la descomposición de ese código por el que nos debíamos encontrar y efectivamente comunicarnos.
Por lo tanto, hay unas expectativas cuando hablamos de canciones. Y también hay un margen para romper amablemente las reglas, hasta cierto punto, existe ese espacio que puede exceder lo que entendemos por una canción estándar, pero ese espacio no es ilimitado y, de hecho, para la mayoría de los oyentes, ese tipo de sorpresas se toleran muy poco.
Cada género musical, además tiene sus propios códigos que incluyen desde los instrumentos musicales que sonarán o la manera en que los vocalistas interpretarán las melodías, hasta el tipo de lenguaje o la temática de las letras que se cantarán, entre otras cosas.
Veamos algunas de las cuestiones que definen a la música de una canción, especialmente las canciones de los estilos populares modernos, frente a otras obras con letra y música como la ópera o las cantatas, por ejemplo.
La duración
La característica tal vez más evidente de las canciones en casi cualquier género o estilo o época es su brevedad.
Una canción se espera que esté resulta y completa en un periodo de tiempo que puede oscilar entre los 2 y los cinco o seis minutos, aproximadamente.
Sí, podríamos encontrar excepciones, por supuesto, pero lo dicho: son excepciones.
Estos pocos minutos no dejan mucho espacio a la elaboración lenta, a la exposición, desarrollos prolongados o recapitulaciones muy reiteradas.
Si queremos además, interludios musicales o solos instrumentales de cualquier tipo, por ejemplo, en general, la extensión de la letra se verá afectada y deberá ser, probablemente, más directa o concreta todavía, y deberá decir lo que quiera decir casi inmediatamente.
Esta característica, además, esta síntesis tan fuerte de una idea o un sentimiento o lo que sea que se cante en ellas es una de las cosas que apreciamos más de las canciones.
El hecho de que vayan al grano, de que ofrezcan una pizca de música y otra pizca de literatura en tan poco tiempo es algo realmente fascinante y no especialmente fácil de armar, especialmente si queremos hacer una buena canción.
La música de una canción está obligada a ser clara y directa en sus intenciones porque no hay tiempo que perder. Una balada, una pieza con un tempo lento, se come literalmente los minutos a bocados. Sin darte cuenta ya han pasado 4, 5 minutos y el asunto debe estar por resolverse.

La complejidad musical
Otra característica que define a las canciones es su, al menos aparente, sencillez.
Una canción debe ser accesible para cualquiera, debe ser incluso fácil de escuchar y eso incluye el desarrollo musical mismo, las melodías y también la forma o su estructura.
La complejidad o sofisticación que queramos presentar en una canción pasará por el ritmo, tal vez, por la armonía quizás, por el sonido mismo de la grabación pero no por los largos desarrollos o las estructuras complejas.
Como hemos dicho, no hay mucho tiempo así que, tanto el material musical básico y reconocible de cualquier canción como su presentación durante su desarrollo tiene que ser clarísimo, directo y hasta previsible.
Sí. Previsible, aunque suene como algo negativo, realmente no lo es.
La relativa simplicidad de una canción, que sea en buena medida reconocible, incluso antes de escucharla por completo, cumple, al menos, uno de los principios básicos de las canciones: que sea memorable, que nos acordemos de ellas. Porque, como cualquiera puede comprender, es más fácil recordar cosas familiares que rarezas con múltiples sorpresas y detalles.
Ese es su poder y su encanto. Si escribimos canciones estamos jugando a este juego y no a otro. Si ya habéis escrito vuestras propias canciones sabréis perfectamente a lo que me refiero.
La instrumentación
Otro asunto que las canciones suelen cumplir, aunque hay excepciones también, es el tipo y la cantidad de instrumentación con que suelen interpretarse.
La simplicidad compositiva, por llamarla de alguna manera, continúa a la hora de arreglar, interpretar o grabar las canciones.
De una canción, en principio y una vez más, no esperamos que se nos presente ejecutada por una orquesta o por un coro de ángeles, aunque sí, hay casos.
Una canción, por su propia entidad, probablemente o por tradición o por la razón que sea, se interpretará con combos musicales reducidos, como máximo máximo 8 o 10 músicos, aunque también puede perfectamente presentarse con el acompañamiento de un solo instrumento o incluso a capella, con la voz cantante y sin ninguna otra aportación sonora.
Cada género pedirá lo suyo y, generalmente el rock despachará guitarras eléctricas, las apuestas más folk guitarras acústicas o españolas, la música urbana percusión electrónica o el pop cualquier combinación imaginable que esté de moda.
Podríamos añadir asuntos como el sonido en sí mismo, más o menos agresivo o limpio y cristalino, o otros aspectos que una canción puede ofrecer sin salirse de su terreno formal y su expectativa como artefacto musical.

Los discos conceptuales
Pero aún así, como somos artistas y queremos y necesitamos romper las reglas y llegar más allá y asaltar el horizonte (pausa dramática) como somos así, a veces queremos que las canciones hagan mucho más de lo que pueden hacer, de lo que se espera de ellas y para lo que fueron diseñadas.
Con ese propósito se inventó una forma en que las canciones pudieran explicar historias más largas, más detalladas o más sutiles y complejas. Los discos conceptuales.
Una idea inspirada probablemente en la ópera o en los musicales que permitía que un grupo de canciones fueran más ambiciosas, tanto lírica como musicalmente, y pudieran acometer auténticas epopeyas modernas, ser grandilocuentes, excesivas y, conservando más o menos sus atributos de canciones al uso, se asociaran en empresas artísticas mayores.
Una idea poderosa o una historia que se quiere mostrar en detalle, escena a escena, se descompone en canciones que, paso a paso, van ilustrando el conjunto de lo que queremos decir. Una canción por personaje, por ejemplo. Otra canción por cada momento clave de la historia. Un preámbulo, un clímax y un final, cada uno de ellos con su canción.
Es una gran solución que algunos artistas de géneros variados han utilizado para saciar sus necesidades expresivas.
Ejemplos hay muchos. Desde Pink Floyd y su rock grandioso en The Wall, hasta David Bowie y su glam como Ziggy Stardust. Desde el grupo argentino Bersuit Vergarabat con su «Don Leopardo» hasta Rosalía con la música urbana coronando el disco “El mal querer”.
Hay muchos otros, por supuesto, e incluso se puede discutir si este o aquél merece ser considerado conceptual realmente o es tan sólo una colección de canciones sin el nexo o una relación suficiente entre ellas para ser consideradas así.
Pero eso ya es otro debate.
Conclusiones
El caso es que una canción no es algo menor, no es menos importante, es algo distinto, específico, que sirve para unos propósitos y no sirve para otros.
Una canción puede conseguir y, de hecho consigue, efectos que una sinfonía no puede lograr, y lo mismo en sentido contrario.
Y, aunque las artes se caracterizan también por intentar llevar más lejos sus posibilidades, por exceder sus formas y contenidos, por expresar más y mejor lo que sea que se quiera comunicar, cada formato artístico puede hacer lo que puede hacer y poco más.
Esto es una buena noticia para los escritores y escritoras de canciones que no tenemos conocimientos musicales extraordinarios, que ni podemos sentarnos frente a un papel pentagramado y empezar a escribir motivos, contramelodías y orquestaciones profundas y complejas.
Una canción no es una sinfonía ni otra cosa distinta que una canción y, a pesar de todo, como hemos visto, se ha buscado la vida a lo largo del tiempo para sobrevivir y sigue evolucionando con nosotros, o degenerando, depende de lo nostálgicos que estemos.
Ya termino. Una canción no es una sinfonía ni falta que le hace.